Desde la costa del Pacífico manejé hacia la capital de Ecuador, subiendo lentamente por una ruta serpenteante que trepaba poco a poco las montañas. A medida que avanzaba, la altura comenzaba a sentirse, y el pequeño motor de la Charrúa pedía descanso.
Muchísima vegetación, curvas pronunciadas, y de repente ríos y cascadas que me sorprendían regalándome su espectáculo mientras seguía avanzando en el camino.
Cada pocos kilómetros paradas para que la Charrúa recuperara fuerzas, al tiempo que yo me deslumbraba con el paisaje, viendo las nubes desde arriba en algunos casos, y queriendo capturar cada detalle con mi cámara.
Finalmente llegué a Quito donde me esperaban mis amigas Ani y Gaby, a quienes había conocido en Máncora (Perú).
Quito es una ciudad bellísima, ubicada a más de 2500 metros de altura y rodeada de montañas, volcanes y valles que le dan su encanto propio. Pero además de sus paisajes y los gigantes como el Pichincha y el volcán Cotopaxi, una de las principales atracciones de Quito, es que allí se encuentra la mitad del mundo.
Y la mitad del mundo no es otra cosa que una línea imaginaria que que atraviesa todo nuestro planeta dividiéndolo en los hemisferios norte y sur. Pero para mi, el llegar allí no era sólo pisar una línea trazada en el piso o sacarme unas fotos con unos cuantos monumentos que sirven de atracción turística, sino que el llegar allí tenía un significado mucho más profundo para mi.
A poco más de un año de viaje, el llegar a la mitad del mundo implicaba llegar a la mitad de mi recorrido por América. Una América que desconocía, y que me sorprendía y enamoraba a cada paso.
Me paré en la línea y mientras la observaba, hice un balance de todo lo vivido.
Hemisferio sur, nos vemos a la vuelta… Latitud 0´0´0 Hemisferio norte, aquí vengo!
Una respuesta a «Mitad del mundo»
Excelente foto de Parada de manos, estoy siguiendo tu viaje y cracias por dar tantos informaciones.