En ese tiempo también conocí paisajes maravillosos. Desde las frías tierras de la Patagonia con sus glaciares, hasta las playas paradisíacas del Caribe, desde la frondosidad de la selva hasta quedarme deslumbrada con las cadenas volcánicas de América.
Compartí con cientos de personas de las más diversas culturas, conociendo sus realidades y empatizando tanto con cada una, que forjé lazos que seguirán uniéndome a ellas a pesar de la distancia.
A cada paso, en cada vuelta de rueda fui creciendo. Mirando hacia adentro, descubriendo un universo en mi interior que desconocía y encontrándome…
Me di cuenta que las fronteras no existen y que el mundo lo que necesita es unidad.
Entendí que el ser humano tiene que regresar a sus raíces, a la tierra, a lo natural. Que en este planeta todo y todos estamos conectados, y que para poder ayudar realmente a alguien la herramienta tiene que integrar todos los aspectos del ser humano.
Por otro lado, en la vida nómade encontré una sensación de plenitud que nunca antes había experimentado, lo que me llevó a hacer de éste mi modo de vida. Con esa decisión tomada, “Se hace camino al andar” evolucionó junto a mí, transformándose en “La Vida Viajando”.
Hoy continúo ruta con la experiencia que los años de viaje me han dado y la flexibilidad necesaria para adaptarme a las distintas circunstancias que el destino presente. Siempre siendo fiel al latir de mi corazón y compartiendo las enseñanzas que el camino me va regalando.